Por: Jhon James Guerrero
Profesional en Estudios Políticos y Resolución de Conflictos
Universidad del Valle
Universidad del Valle
Es usual hoy en día, y de hecho desde los días
siguientes a los resultados del plebiscito, encontrar noticias relacionadas con
las controversias generadas a raíz de las artimañas desarrolladas por el grupo
de campaña del ex presidente Álvaro Uribe (que lograron convencer a un número
grande de ciudadanos que votaron por él no, no por ser seguidores de sus
argumentos estrictamente), con los estados de ánimo del grupo que rodea a todo
el presidente Juan Manuel Santos y los ciudadanos que acompañaron su proceso en
torno al sí en las urnas e, igualmente, artículos noticiosos que no solo se
enfocan en las posibilidades con las que cuenta el país para darle viabilidad o
salida al proceso de paz logrado con las FARC, sino también artículos que ponen
en un nivel muy alto a dos personajes que, aunque quieren la paz, no concuerdan
en algunas de las ideas plasmadas en dichos acuerdos y que, en algunos canales
del orden nacional y local, ponen en evidencia aspectos que van mucho más allá
de lo que los acuerdos en forma natural pueden mostrar.
Y, aunque para nadie es un secreto que esto es muy
importante para conocer el rumbo, sobre todo a feliz término, que pueda tener
el proceso de paz, en un contexto donde un nobel de paz otorgado al primer
mandatario que puede significar dos cosas. Una, que la comunidad internacional
requiere por parte del gobierno nacional sumar esfuerzos para darla salida
positiva al proceso y, segundo, que la oposición tienda a dilatar aún más la
coyuntura, buscando beneficios de orden estrictamente político, que para muchos
no es nada raro que se relaciona con la nueva elección presidencial que se
avecina, lo cierto es que la comunidad en general, no solo la nacional sino
también la internacional, espera que la paz que el gobierno llama como “estable
y duradera” se logre de la mejor forma o inicie su proceso con la
desmovilización y la inserción a la legalidad de gran parte de los integrantes
de las FARC. Por lo que en este punto, lo importante no es centrar la discusión
en que personalidades recaiga la conducción del proceso o de quienes sean los
protagonistas del sí y el no, lo verdaderamente trascendental es permitir que
todo llegue a feliz término, buscando esa reconciliación no solo entre el
gobierno y la oposición, entre el gobierno-la oposición y las FARC, sino
también sobre los que en algún momento dijimos sí o no a los acuerdos de paz
antes y después del plebiscito.
Muestra de lo anterior han sido las diferentes manifestaciones
por la paz que no contiene ningún tinte político o ideológico asociados al
gobierno y la oposición, sino a una forma de pensar en la que el bienestar
social se convierte en la verdadera consigna a replicar en todo el territorio
nacional. Iniciativas que llevan a fortalecer lo anteriormente mencionado y en
la que el verdadero protagonismo lo adquieren las personas del común que han
sido víctimas directas e indirectas del conflicto, pero que razonan en algo
particular: la paz. De esta forma, es muy importante preguntarse: ¿Qué tanto
queremos la paz?, y no necesariamente se convierte en una pregunta dirigida al
ciudadano común, que como lo he mencionado ha salido a las calles a elevar su
voz por una causa que vale la pena y que el país requiere hace muchos años.
Por el contrario, es una pregunta dirigida a aquellas
personalidades del orden político nacional, que es ahora donde realmente se
sabrá el rumbo del proceso de paz, recordando que para ellos no sabemos qué tan
viable sea dejar, nuevamente, en manos de la población una decisión de tal magnitud,
y más ahora que los resultados del plebiscito del 2 de octubre puso en una
posición privilegiada al grupo del hoy senador Uribe. Posición que han sabido
manejar, pero que también ha dado ese impulso necesario para encontrar, cada día
que pasa esta coyuntura, iniciativas que buscan sumar esfuerzos para el cambio
nacional y mucho más ahora que se avecina una negociación otro grupo armado que
en su momento dividirá al país en torno a esos acuerdos que se puedan lograr.
Por ende, es una situación normal que la coyuntura del país transcurra de esta
forma, pero si sería anormal que desde la posición del ciudadano del común
pensemos que debemos replicar este tipo de actuaciones, por lo que estas
palabras se convierten en una invitación a sumarse a los procesos sociales a
favor de la paz.
En suma, habrá que ser pacientes, seguir informados y
convencernos de que la paz es el verdadero camino para cambiar mentalidades,
costumbres, actitudes, etc., que se asociación con aquellos aspectos que
desintegran el tejido social y ayudan a perpetuar sentimientos de odio,
resentimiento, entre otros., que durante muchos años se han interiorizado en
algunos ciudadanos.
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