Por: Jhon James Guerrero
Profesional en Estudios
Políticos y Resolución de Conflictos
Universidad del Valle
A propósito del plebiscito, y apartándonos claramente de las discusiones
que pudo generar la realización simbólica de la firma del acuerdo logrado en la
Habana, Cuba entre el gobierno de turno de Juan Manuel Santos, en
representación no solo del Estado colombiano, sino también de un gran número de
nacionales optimistas de un cambio y ruptura “positiva” en la historia de este
país, con las FARC-EP en la grande y deslumbrante, por su carácter histórico,
Cartagena de indias y no en otros espacios como el departamento del Choco, el
Cauca, entre otros departamentos que la misma cartografía de la violencia ha
referenciados como algunos de los de mayor desenlace del conflicto armado, era
muy fácil escuchar a diario, y no necesariamente desarrollando un ejercicio
investigativo, como los ciudadanos de a pie desplegaban una serie de argumentos
a favor y en contra de los acuerdos pactados. Argumentos que se circunscribían
no en un análisis detallado o, si se quiere, técnico y fundamentado de lo que
verdaderamente iba a ser perjudicial o, en su defecto, positivo para el
territorio, y ni mucho menos de que apartes debían ser corregidos de una forma
estable (entendiendo que aquí lo que se estaba desarrollando era un juego de
roles), sino más bien expresados desde un fuerte sentimentalismo que no,
necesariamente, indicaba que hubiesen dedicado el tiempo suficiente para leer
detenidamente el amplio contenido de los acuerdos, y connotando suavemente que
el país “cuenta” con una amplia cultura de la lectura (el sarcasmo existe). Por
ende, era una forma muy justificada de encontrarse este tipo de dinámica en
cualquier espacio (calles, casas, salones académicos, etc.) del territorio
nacional.
En ese orden de ideas, los grandes adeptos del no, y no hago referencia a
las cabezas visibles de algunos partidos y movimientos políticos y hasta
religiosos del orden nacional que todos podemos deducir de quien o quienes se
habla, por ejemplo, por el personalismo tan fuerte que se ha desarrollado en la
política colombiana, sino del colombiano común y corriente, salieron a flote
aspectos relacionados con las formalidades políticas, sociales y económicas de
algunos países donde la derecha no ha tenido en los últimos 10 años, y
probablemente más, la influencia y el poder que si se le ha quitado, o más
bien, nunca se le ha otorgado a la izquierda en Colombia. Opiniones vagas en
forma de argumentos muy “bien elaborados” relacionados con la no dejación de
las armas por parte de este grupo ilegal, la no dejación del narcotráfico como
fuente de ingresos, la no entrega de los niño, niñas y jóvenes reclutados de
manera forzosa en el desarrollo de esta relación bélica de más de 50 años,
entre otra serie de explicaciones que desbordaban y desvirtuaban el orden y la
hoja de ruta establecida de forma progresiva en los acuerdos. En esencia,
algunos podrían decir, especialmente los ciudadanos esperanzadores del cambio,
que solo se convirtieron en ideas de personas que repetían los argumentos que
se desarrollaban en los diferentes canales nacionales, personas que en su
mayoría, por no decir en su totalidad, vivieron el conflicto por el mismo medio
del que se informaron para ser fieles seguidores del no.
Entre tanto, como no basta con hacer alusión a los del no, también es
importante situarnos en la otra parte; los optimistas del sí. Fieles seguidores
de la cultura de la no violencia que han comprendido que la paz no se consigue
con la firma de unos acuerdos, pero que si es el paso inicial para llegar a ella.
Paso importantísimo, que aunque no se logró el día 2 de octubre del 2016, si es
de seguir aumentando los esfuerzos para desmontar progresivamente, bajo otro
mecanismo, los grupos insurgentes como las FARC-EP, que es el de mayor
pronunciamiento en términos de masacres, reclutamiento forzado, extorsión,
minas antipersona, en general de un gran número de actos de violencia en el
país. Por consiguiente, un movimiento, que si se toma los resultados del
plebiscito, es igual o un poco mayor que el de los adeptos del no, pero que son
aún más esperanzadores de que los cambios políticos, sociales y sobre todos en
los corazones de los ciudadanos es posible.
En este punto, es difícil incluir al gran número de ciudadanos habilitados
para votar que no pusieron en funcionamiento el mecanismo de participación
política por excelencia en una democracia (22.091.087 – 63.29%), porque sería
muy fácil decir que no estaban de acuerdo con los acuerdos pactados, pero
también es fácil interpretar que, al igual que el exceso de confianza del
gobierno nacional pensando que ganaría el sí, es posible ubicar a muchos de
estos ciudadanos en ese grupo de optimistas que creyeron que no era necesario
su voto, o no era decisivo para un tema que se resolvería “solo”. Lo cierto es
que, esto plantea no solo para la presente coyuntura nacional, por un lado, que
tan importante se convierte dejar en manos del pueblo este tipo de temas, y del
otro lado un fuerte trabajo, primeramente en educación general nacional, y
segundo un trabajo en cultura política que establezca que es necesario conocer
las posturas del ciudadano, independientemente de su decisión ósea, incentivar
la participación política porque el abstencionismo fue extremadamente alto;
situación que requiere de un análisis.
Ahora bien, bajo esta mirada del SI y el NO es imposible no situarse en los
resultados electorales del 2 de octubre, ya que nuevamente esa dicotomía que
permitiría la incorporación de un bando de izquierda sumergido en la
ilegalidad, a que haga parte de la institucionalidad y empleando medios
alternativos y formales que se alejen de la violencia, adquiere un carácter
territorial que invoca a una discusión entre los que han vivido en conflicto de
forma directa e indirecta. A partir del trabajo realizado por la registraduria,
donde el SI obtuvo el (49.78%) con 6.377.482 votos y el NO (50.21%) con
6.431.376 votos, es fácil notar que los grandes promotores del NO se ubicaron
en los departamento de Antioquia, Santander, N. de Santander, Caldas,
Cundinamarca, Tolima, Risaralda, Huila, Quindío, Meta, entre otros, que
prácticamente comprenden la región andina (a excepción del Caquetá Meta,
Casanare y Arauca donde también gano el no). A diferencia de los demás
departamentos de las otras regiones donde gano el SI añadiendo a Bogotá que
hace parte de la región andina, especialmente en departamentos azotados con una
intensidad mucho mayor como el Valle, Choco, Cauca, Nariño, Putumayo, Amazonas,
entre otros. Y esto es lo que ha permitido que en el ideario nacional,
particularmente del ciudadano de a pie, persista y fácilmente se perpetúe la
idea de que el odio, el rencor, el resentimiento, etc., prima en los corazones
de los colombianos de quienes ven el conflicto por televisión y sobre todo la
idea de una división entre el centro y la periferia.
Lo último importante por mencionar es que, el rumbo que coja este tema de
los acuerdos de la Habana seguramente deberán incluir a los diversos sectores
que hacen parte de la vida nacional, especialmente los defensores del no en
cabeza el ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, quien de una forma
muy trascendental, aun así enfrentándose a sus detractores en los diferentes
espacios visitados, fue el mayor vencedor de este proceso. Esto, probablemente,
le generara un espacio de participación política que permita renegociar con las
FARC-EP, y le genere protagonismo en la historia nacional del país, así sea
fructífero o no lo que se logre conseguir del 2 de octubre en adelante.
Discusión, en consecuencia, que seguramente en los diferentes espacios
académicos e informales se desarrollara al igual que como se mencionó
anteriormente con el tema del sí y el no.
En suma, con todos los problemas referenciados en este artículo y que no
son suficientes para ilustrar esta coyuntura nacional, que no solo se ubica en
la discusión previa al plebiscito, del plebiscito o sus resultados y venideros,
aunque se busquen otras alternativas para darle salida a los acuerdos de la
Habana, Cuba, que es el paso siguiente tras la puntada del No en las urnas,
toda este juego previo al plebiscito del 2 de octubre sienta las bases sobre
una discusión muy importante, y es: ¿Qué tan necesario era el plebiscito en
este proceso?. Seguramente, se mantendrá la idea de que ese era el medio
necesario para legitimación de los acuerdos, pero también tendrá cabida quienes
piensen que permitir la que las mayorías voten en algunos aspectos trascendentales
de la vida nacional sea un defecto en las democracias que se circunscriben en
contextos donde ni tan siquiera la población cuenta con unos mínimos de
formación educativa que permita entender la importancia de plantear cambios
necesarios para un país, así se reconozcan que en algunos puntos, lo más
probable, es que no estarán de acuerdo, aun así, los que promovieron el SI
(igualmente otras discusiones asociadas).
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