lunes, 3 de octubre de 2016

A PROPOSITO DEL PLEBISCITO

Por: Jhon James Guerrero
Profesional en Estudios Políticos y Resolución de Conflictos
Universidad del Valle

A propósito del plebiscito, y apartándonos claramente de las discusiones que pudo generar la realización simbólica de la firma del acuerdo logrado en la Habana, Cuba entre el gobierno de turno de Juan Manuel Santos, en representación no solo del Estado colombiano, sino también de un gran número de nacionales optimistas de un cambio y ruptura “positiva” en la historia de este país, con las FARC-EP en la grande y deslumbrante, por su carácter histórico, Cartagena de indias y no en otros espacios como el departamento del Choco, el Cauca, entre otros departamentos que la misma cartografía de la violencia ha referenciados como algunos de los de mayor desenlace del conflicto armado, era muy fácil escuchar a diario, y no necesariamente desarrollando un ejercicio investigativo, como los ciudadanos de a pie desplegaban una serie de argumentos a favor y en contra de los acuerdos pactados. Argumentos que se circunscribían no en un análisis detallado o, si se quiere, técnico y fundamentado de lo que verdaderamente iba a ser perjudicial o, en su defecto, positivo para el territorio, y ni mucho menos de que apartes debían ser corregidos de una forma estable (entendiendo que aquí lo que se estaba desarrollando era un juego de roles), sino más bien expresados desde un fuerte sentimentalismo que no, necesariamente, indicaba que hubiesen dedicado el tiempo suficiente para leer detenidamente el amplio contenido de los acuerdos, y connotando suavemente que el país “cuenta” con una amplia cultura de la lectura (el sarcasmo existe). Por ende, era una forma muy justificada de encontrarse este tipo de dinámica en cualquier espacio (calles, casas, salones académicos, etc.) del territorio nacional. 

En ese orden de ideas, los grandes adeptos del no, y no hago referencia a las cabezas visibles de algunos partidos y movimientos políticos y hasta religiosos del orden nacional que todos podemos deducir de quien o quienes se habla, por ejemplo, por el personalismo tan fuerte que se ha desarrollado en la política colombiana, sino del colombiano común y corriente, salieron a flote aspectos relacionados con las formalidades políticas, sociales y económicas de algunos países donde la derecha no ha tenido en los últimos 10 años, y probablemente más, la influencia y el poder que si se le ha quitado, o más bien, nunca se le ha otorgado a la izquierda en Colombia. Opiniones vagas en forma de argumentos muy “bien elaborados” relacionados con la no dejación de las armas por parte de este grupo ilegal, la no dejación del narcotráfico como fuente de ingresos, la no entrega de los niño, niñas y jóvenes reclutados de manera forzosa en el desarrollo de esta relación bélica de más de 50 años, entre otra serie de explicaciones que desbordaban y desvirtuaban el orden y la hoja de ruta establecida de forma progresiva en los acuerdos. En esencia, algunos podrían decir, especialmente los ciudadanos esperanzadores del cambio, que solo se convirtieron en ideas de personas que repetían los argumentos que se desarrollaban en los diferentes canales nacionales, personas que en su mayoría, por no decir en su totalidad, vivieron el conflicto por el mismo medio del que se informaron para ser fieles seguidores del no.   

Entre tanto, como no basta con hacer alusión a los del no, también es importante situarnos en la otra parte; los optimistas del sí. Fieles seguidores de la cultura de la no violencia que han comprendido que la paz no se consigue con la firma de unos acuerdos, pero que si es el paso inicial para llegar a ella. Paso importantísimo, que aunque no se logró el día 2 de octubre del 2016, si es de seguir aumentando los esfuerzos para desmontar progresivamente, bajo otro mecanismo, los grupos insurgentes como las FARC-EP, que es el de mayor pronunciamiento en términos de masacres, reclutamiento forzado, extorsión, minas antipersona, en general de un gran número de actos de violencia en el país. Por consiguiente, un movimiento, que si se toma los resultados del plebiscito, es igual o un poco mayor que el de los adeptos del no, pero que son aún más esperanzadores de que los cambios políticos, sociales y sobre todos en los corazones de los ciudadanos es posible.  

En este punto, es difícil incluir al gran número de ciudadanos habilitados para votar que no pusieron en funcionamiento el mecanismo de participación política por excelencia en una democracia (22.091.087 – 63.29%), porque sería muy fácil decir que no estaban de acuerdo con los acuerdos pactados, pero también es fácil interpretar que, al igual que el exceso de confianza del gobierno nacional pensando que ganaría el sí, es posible ubicar a muchos de estos ciudadanos en ese grupo de optimistas que creyeron que no era necesario su voto, o no era decisivo para un tema que se resolvería “solo”. Lo cierto es que, esto plantea no solo para la presente coyuntura nacional, por un lado, que tan importante se convierte dejar en manos del pueblo este tipo de temas, y del otro lado un fuerte trabajo, primeramente en educación general nacional, y segundo un trabajo en cultura política que establezca que es necesario conocer las posturas del ciudadano, independientemente de su decisión ósea, incentivar la participación política porque el abstencionismo fue extremadamente alto; situación que requiere de un análisis.   

Ahora bien, bajo esta mirada del SI y el NO es imposible no situarse en los resultados electorales del 2 de octubre, ya que nuevamente esa dicotomía que permitiría la incorporación de un bando de izquierda sumergido en la ilegalidad, a que haga parte de la institucionalidad y empleando medios alternativos y formales que se alejen de la violencia, adquiere un carácter territorial que invoca a una discusión entre los que han vivido en conflicto de forma directa e indirecta. A partir del trabajo realizado por la registraduria, donde el SI obtuvo el (49.78%) con 6.377.482 votos y el NO (50.21%) con 6.431.376 votos, es fácil notar que los grandes promotores del NO se ubicaron en los departamento de Antioquia, Santander, N. de Santander, Caldas, Cundinamarca, Tolima, Risaralda, Huila, Quindío, Meta, entre otros, que prácticamente comprenden la región andina (a excepción del Caquetá Meta, Casanare y Arauca donde también gano el no). A diferencia de los demás departamentos de las otras regiones donde gano el SI añadiendo a Bogotá que hace parte de la región andina, especialmente en departamentos azotados con una intensidad mucho mayor como el Valle, Choco, Cauca, Nariño, Putumayo, Amazonas, entre otros. Y esto es lo que ha permitido que en el ideario nacional, particularmente del ciudadano de a pie, persista y fácilmente se perpetúe la idea de que el odio, el rencor, el resentimiento, etc., prima en los corazones de los colombianos de quienes ven el conflicto por televisión y sobre todo la idea de una división entre el centro y la periferia.

Lo último importante por mencionar es que, el rumbo que coja este tema de los acuerdos de la Habana seguramente deberán incluir a los diversos sectores que hacen parte de la vida nacional, especialmente los defensores del no en cabeza el ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, quien de una forma muy trascendental, aun así enfrentándose a sus detractores en los diferentes espacios visitados, fue el mayor vencedor de este proceso. Esto, probablemente, le generara un espacio de participación política que permita renegociar con las FARC-EP, y le genere protagonismo en la historia nacional del país, así sea fructífero o no lo que se logre conseguir del 2 de octubre en adelante. Discusión, en consecuencia, que seguramente en los diferentes espacios académicos e informales se desarrollara al igual que como se mencionó anteriormente con el tema del sí y el no.

En suma, con todos los problemas referenciados en este artículo y que no son suficientes para ilustrar esta coyuntura nacional, que no solo se ubica en la discusión previa al plebiscito, del plebiscito o sus resultados y venideros, aunque se busquen otras alternativas para darle salida a los acuerdos de la Habana, Cuba, que es el paso siguiente tras la puntada del No en las urnas, toda este juego previo al plebiscito del 2 de octubre sienta las bases sobre una discusión muy importante, y es: ¿Qué tan necesario era el plebiscito en este proceso?. Seguramente, se mantendrá la idea de que ese era el medio necesario para legitimación de los acuerdos, pero también tendrá cabida quienes piensen que permitir la que las mayorías voten en algunos aspectos trascendentales de la vida nacional sea un defecto en las democracias que se circunscriben en contextos donde ni tan siquiera la población cuenta con unos mínimos de formación educativa que permita entender la importancia de plantear cambios necesarios para un país, así se reconozcan que en algunos puntos, lo más probable, es que no estarán de acuerdo, aun así, los que promovieron el SI (igualmente otras discusiones asociadas).    


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